Cada vez que me encuentro con algún argumento torpe sobre la caducidad de la métrica me dan ganas de escribir un rap. Pero por si hay alguien que se tome en serio esos alegatos sosos, he aquí una pequeña muestra de cómo saber un módico de métrica puede enriquecer la lectura de un poema fino. El siguiente es un poema de Nicanor Parra:
Un abogado de su propia causa
llega a una tumba equis
del Cementerio Metropolitano
con un ramito de claveles rojos
Se descubre con gran solemnidad
y a falta de florero deposita su ofrenda
en un modesto tarro duraznero
que sustrae de una tumba vecina.
El título es un endecasílabo. Luego vienen un heptasílabo, tres endecasílabos, un alejandrino, un endecasílabo más, y finalmente, en la última línea, en la que el poema da un giro extraordinario, la pluma del poeta desafina. Todos los versos (incluido el título) son…
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